miércoles, 28 de abril de 2010

Confesión erótica.


Desde que estoy sola, no puedo dejar de pensar en su gruesa verga morada, en aquella cabecita roja que con tantas ganas me comía a diario, mientras estaba con él, y se me hace la boca agua, me mojo toda, ¡me vuelvo loca! Imagino que paso mi lengua por toda su espalda.
Sueño con oprimirme duro con él, mientras aprieto mis senos en su espalda, chupando su orejita mientras le hago toco el duro miembro con la otra, susurrarle al oído ‘’Eres mío y de nadie más’’.
Mientras le tiemblan las rodillas, el dolor se convierte en placer y haciendo un esfuerzo por encontrar algo de aire, me pide que le chupe su verga.

Ponerme su miembro en frente es como darle un caramelo a un niño travieso. Quizás sea un premio inmerecido, pero de seguro que lo devoraba como si en ello se me fuera la vida.
Y es que no puedo aguantarme. Tener su verga entre los labios me eleva del suelo.
Llenarlo todo de saliva para que resbale en mis manos. Chuparlos uno a uno, succionando con fuerza sin dejarlos salir dándoles golpecitos con mi lengua muy rápido…

Meter y sacar esa rica verga de mi boca sin soltar la punta con la que recorro mi paladar y luego sacarla de mi boca para dejarla resbalar entre mis pechitos que la aprisionan para sacarle esa deliciosa leche que muy pronto salpicará en mi cara y esparciré por mis labios para saborearla....

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