Estaba esperándolo en el aeropuerto, en las afueras, hacia mucho frió y llevaba una chaqueta larga de color negro que me llegaba hasta las rodillas, guantes y bufanda que me había comprado para la ocasión.
La oscuridad era característica en esa zona pero ese día, brillaba especialmente. Él llegaría, y ¿qué haría? Tenia tantas ganas de verlo que ese sentimiento pronto se desvaneció pero dejando dentro de mi esos nervios que e apoderaban de mí.
Nunca me han gustado los aviones, y ese día, uno de ellos me traería a la persona que más quería. A raíz de ahí perdí el pánico a ese medio de transporte.
Por fin divisé una sombra, un tanto extraña pero que resultaba familiar a la vez. Por mi boca salió un suspiro, quizás de nervios, quizás por hacer algo, y supe que era él. No veía concretamente su cara pero conocía perfectamente al hombre de mi vida, era él, seguro.
Sin saber qué hacer, me metí las manos en el bolsillo y me encogí. Él se acercó dando diminutos pasos y dijo mi nombre. Esta vez si estaba segura que era él, su acento característico lo delató, y me puse a andar hacia donde él estaba. Solo un palmo estábamos separados el uno del otro. Me sentía más feliz que nunca.
Cuando por fin se dispuso a decir algo, yo lo callé poniendo mis dedos en sus labios y fijando mi mirada en ellos. Sentí un escalofrío que recorría todo mi cuerpo y pensé ‘Si no lo haces ahora, no tendrás valor de hacerlo nunca’, y le besé. El beso fue muy corto, solo quería asegurarme de que era él, y sentir que de verdad todo lo que me había estado diciendo estos últimos meses, era cierto. Lo era. Me respondió con otro beso y sentí cómo sus manos se aferraban a mí, su calor ahora estaba conmigo y todo él…
Ya no tenía frió estando a su lado y comprendí de que no sentía ese frío por la temperatura que pudiese hacer o no, sino porque mi sol, el centro de mi amor, es él.
La oscuridad era característica en esa zona pero ese día, brillaba especialmente. Él llegaría, y ¿qué haría? Tenia tantas ganas de verlo que ese sentimiento pronto se desvaneció pero dejando dentro de mi esos nervios que e apoderaban de mí.
Nunca me han gustado los aviones, y ese día, uno de ellos me traería a la persona que más quería. A raíz de ahí perdí el pánico a ese medio de transporte.
Por fin divisé una sombra, un tanto extraña pero que resultaba familiar a la vez. Por mi boca salió un suspiro, quizás de nervios, quizás por hacer algo, y supe que era él. No veía concretamente su cara pero conocía perfectamente al hombre de mi vida, era él, seguro.
Sin saber qué hacer, me metí las manos en el bolsillo y me encogí. Él se acercó dando diminutos pasos y dijo mi nombre. Esta vez si estaba segura que era él, su acento característico lo delató, y me puse a andar hacia donde él estaba. Solo un palmo estábamos separados el uno del otro. Me sentía más feliz que nunca.
Cuando por fin se dispuso a decir algo, yo lo callé poniendo mis dedos en sus labios y fijando mi mirada en ellos. Sentí un escalofrío que recorría todo mi cuerpo y pensé ‘Si no lo haces ahora, no tendrás valor de hacerlo nunca’, y le besé. El beso fue muy corto, solo quería asegurarme de que era él, y sentir que de verdad todo lo que me había estado diciendo estos últimos meses, era cierto. Lo era. Me respondió con otro beso y sentí cómo sus manos se aferraban a mí, su calor ahora estaba conmigo y todo él…
Ya no tenía frió estando a su lado y comprendí de que no sentía ese frío por la temperatura que pudiese hacer o no, sino porque mi sol, el centro de mi amor, es él.
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